Horas críticas
El otro día un amigo me explicaba que había tenido una primera cita con alguien que había conocido en “La Red”. Decía que coincidieron hacía casi dos meses en uno de esos lugares de encuentro y que la atracción había sido fulminante. Ahora, después de dos meses de seguir el ritual clásico entre dos personas adultas enseñándose fotos, escribirse vía messenger, verse por la cámara y, finalmente, comprobar que todo eso encajaba con la voz, habían decidido conocerse en persona.
- La verdad -comentaba mi amigo- la primera vez que quedamos me dio algo parecido a un plantón. Me dijo que me llamaría para concretar la hora y no lo hizo. Después de aquello intenté entender porqué habría sido y más cuando en los días siguientes desapareció por completo de la faz de “La Red”. Así que estaba por eliminar todo rastro de ella hasta que recibí un SMS suyo citándome ese mismo día.
- ¿Y qué hiciste?, le pregunté.
- Le solté un par de mensajes “puyas” haciéndole saber mi cabreo por haberme dejado “semi” plantado el primer día y su silencio en los días posteriores… Eso sí, el enfado me duró aproximadamente los segundos que tardé en escribirle un segundo mensaje en el que le decía que me moría de ganas por verla.
- ¿Y qué pasó?
- Ese mensaje si le gustó. Quedamos para cenar aquella noche.
- ¿Y qué ocurrió? ¿Cómo fue?
- Pues verás si me lo hubieses preguntado a la mañana siguiente o, incluso, pasados dos días, te hubiera dicho que fue un encuentro que colmó algo más que mis expectativas. Fue (y no quisiera parecerte cursi) maravilloso. Una noche llena de sonrisas, silencios cómplices, miradas llenas de deseo… Parecía que el mundo se acabaría cuando nos separásemos y debíamos aprovechar hasta el último suspiro… Fue plena para los dos… o eso creía yo.
- ¿Por qué dices eso?
- Porque pasada aquella noche no he vuelto a saber de ella. De eso hace más de una semana… No sé qué pensar. Y yo vuelvo a morir por estar con ella.
- Olvídate de eso. Olvídate de ella. No habrá un segundo encuentro. No habrá encuentro alguno.
- ¡Anda! ¿Y cómo sabes tu eso?
- Pura lógica. Dime una cosa ¿a qué tu le enviaste un SMS a las pocas horas?
- Pues si.
- Seguro que no te lo contestó ¿me equivoco?
- No, no te equivocas. Pero bueno -excusó- eso en ella es normal...
- ¡Qué normal, ni qué gaitas! ¡Cuando una mujer o, mejor dicho, cuando una persona ha pasado unas horas con otra como las que me has contado, sólo piensa en volver a repetirlas cuanto antes! Las pasiones, los deseos no se pueden reprimir por mucho que lo intentes y desarbolan cualquier estrategia que hayas ideado. Verás -continué la disertación a mi amigo- esto funciona como una operación que te hacen a vida o muerte pero al revés.
- ¿Qué quieres decir?
- Te explico. Cuando te operan de urgencias por algo grave, las primeras cuarenta y ocho horas son decisivas. Si las superas puede decirse que lo más grave ha pasado y tienes muchas posibilidades de salir adelante. En este tipo de encuentros sucede al revés. Una vez superas las cuarenta y ocho horas sin que nadie diga nada, se puede decir que aquella incipiente relación está "muerta".
- ¡Hombre! -me dijo mi amigo con cara de preocupación- no creo que le haya sucedido nada grave.
- Ni yo tampoco. Así que, amigo mío, ha fenecido y debes enterrarla. Por alguna razón que desconocerás toda tu vida, agotaste su deseo. Lo dicho. Olvídala.
- Y luego dirán que los raros somos los hombres.
- Luego lo dirán, si. Pero que bien que lo podamos seguir oyendo.
Cuando llegues al final de lo que debes saber, estarás al principio de lo que debes sentir (Khalil Gibran)