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ENTRE LINEAS

Conversaciones con ellas

Horas críticas

Horas críticas

El otro día un amigo me explicaba que había tenido una primera cita con alguien que había conocido en “La Red”. Decía que coincidieron hacía casi dos meses en uno de esos lugares de encuentro y que la atracción había sido fulminante. Ahora, después de dos meses de seguir el ritual clásico entre dos personas adultas enseñándose fotos, escribirse vía messenger, verse por la cámara y, finalmente, comprobar que todo eso encajaba con la voz, habían decidido conocerse en persona.

 

-      La verdad -comentaba mi amigo- la primera vez que quedamos me dio algo parecido a un plantón. Me dijo que me llamaría para concretar la hora y no lo hizo. Después de aquello intenté entender porqué habría sido y más cuando en los días siguientes desapareció por completo de la faz de “La Red”. Así que estaba por eliminar todo rastro de ella hasta que recibí un SMS suyo citándome ese mismo día.

 

-      ¿Y qué hiciste?, le pregunté.

 

-      Le solté un par de mensajes “puyas” haciéndole saber mi cabreo por haberme dejado “semi” plantado el primer día y su silencio en los días posteriores… Eso sí, el enfado me duró aproximadamente los segundos que tardé en escribirle un segundo mensaje en el que le decía que me moría de ganas por verla.

 

-      ¿Y qué pasó?

 

-      Ese mensaje si le gustó. Quedamos para cenar aquella noche.

 

-      ¿Y qué ocurrió? ¿Cómo fue?

 

-      Pues verás si me lo hubieses preguntado a la mañana siguiente o, incluso, pasados dos días, te hubiera dicho que fue un encuentro que colmó algo más que mis expectativas. Fue (y no quisiera parecerte cursi) maravilloso. Una noche llena de sonrisas, silencios cómplices, miradas llenas de deseo… Parecía que el mundo se acabaría cuando nos separásemos y debíamos aprovechar hasta el último suspiro… Fue plena para los dos… o eso creía yo.

 

-      ¿Por qué dices eso?

 

-      Porque pasada aquella noche no he vuelto a saber de ella. De eso hace más de una semana… No sé qué pensar. Y yo vuelvo a morir por estar con ella.

 

-      Olvídate de eso. Olvídate de ella. No habrá un segundo encuentro. No habrá encuentro alguno.

 

-      ¡Anda! ¿Y cómo sabes tu eso?

 

-      Pura lógica. Dime una cosa ¿a qué tu le enviaste un SMS a las pocas horas?

 

-      Pues si.

 

-      Seguro que no te lo contestó ¿me equivoco?

 

-      No, no te equivocas. Pero bueno -excusó- eso en ella es normal...

 

-      ¡Qué normal, ni qué gaitas! ¡Cuando una mujer o, mejor dicho, cuando una persona ha pasado unas horas con otra como las que me has contado, sólo piensa en volver a repetirlas cuanto antes! Las pasiones, los deseos no se pueden reprimir por mucho que lo intentes y desarbolan cualquier estrategia que hayas ideado. Verás -continué la disertación a mi amigo- esto funciona como una operación que te hacen a vida o  muerte pero al revés.

 

-      ¿Qué quieres decir?

 

-      Te explico. Cuando te operan de urgencias por algo grave, las primeras cuarenta y ocho horas son decisivas. Si las superas puede decirse que lo más grave ha pasado y tienes muchas posibilidades de salir adelante. En este tipo de encuentros sucede al revés. Una vez superas las cuarenta y ocho horas sin que nadie diga nada, se puede decir que aquella incipiente relación está "muerta".

 

-     ¡Hombre! -me dijo mi amigo con cara de preocupación- no creo que le haya sucedido nada grave.

 

-     Ni yo tampoco. Así que, amigo mío, ha fenecido y debes enterrarla. Por alguna razón que desconocerás toda tu vida, agotaste su deseo. Lo dicho. Olvídala.

 

-     Y luego dirán que los raros somos los hombres.

 

-     Luego lo dirán, si. Pero que bien que lo podamos seguir oyendo.

 

Cuando llegues al final de lo que debes saber, estarás al principio de lo que debes sentir (Khalil Gibran)

El colgante

El colgante

 

A simple vista puede parecer un colgante vulgar. La simpleza de sus formas –dos círculos desiguales unidos en una tangente virtual- le dan el aspecto de un ocho grotesco. Su estructura culmina con dos antenas (o eso me pareció) que salen del círculo más pequeño y que hacen las veces de cuerdas de sujeción del colgante por detrás de la cabeza, justo en la nuca.

 

Es un adorno sin más pretensiones, sin alardes ornamentísticos y diría que quién lo lleva, no se ha planteado otra función para él que no sea rellenar un espacio en su vestimenta aunque, eso si, haya buscado cierta armonía entre quién es y el colgante.  Esa simbiosis es la que hace adquirir a la borla una importancia que no aprecié a simple vista.

 

El colgante como extensión de la personalidad de alguien, reflejo de quién es. Testigo mudo e inanimado de retazos de vida. Observador de una realidad incontestable. Amante que da y recibe caricias cuándo y dónde quiere  sin reproche alguno.  “Voyeur” de intimidades inconfesables. En él se balancean sueños, se atrapan ideas, se cuelgan  susurros. Por él se cuentan historias –a la vista está- transmutándolo en protagonista inesperado de quién escribe.

 

Comentarios

Comentarios

Ella dice:

Oye , no has escrito mucho ultimamente

E.L. dice:

Tengo trabajo, esa es mi desdicha

Ella dice:

A mí lo que me extraña es que tengas tan pocos comentarios. Muchas visitas y nada de nada

E.L. dice:

Si, eso es verdad... No debo gustar

Ella dice:

No creo que sea eso

Ella dice:

más bien diría que es miedo a quedar en ridículo

E.L. dice:

¿Tú crees?

Ella dice:

E.L. dice:

¿De qué tipo de ridículo hablas?

Ella dice:

a ver... tus comentarios son inteligentes, rebuscados, complicados a veces

Ella dice:

y la gente tiene miedo a contestar a alguien superior a ellos

E.L. dice:

Halaaaaaaaaaaaa. ¡No te pases!

Ella dice:

sí, es verdad

Ella dice:

tú porque no te das cuenta... eres así

E.L. dice:

Tendré que utilizar un lenguaje más llano...?

Ella dice:

Así es. Utilizas un lenguaje extraño para muchos y temen no estar a la altura

E.L. dice:

Lo comprobaremos, aunque te equivocas. Quién me lee es muy valiente.

Ella dice:

Escribe algo cotidiano y sencillo y ya verás

E.L. dice:

Pongo esta conversación en la página y que comenten

Ella dice:

vale

Ella dice:

pero no toda ¿eh?

Ella dice:

jajaja


Mamá que cumplirá cien años...

Mamá que cumplirá cien años...

- Voy a empezar a hacer Tai-Chi…

- ¡Estupendo! Te va a ir fantástico el ejercicio.

- Y me he comprado un ordenador…

- ¡Ya era hora que lo hicieses! Hoy día el ordenador es imprescindible en casa. Es como un electrodoméstico más.

- para conectarme a Internet.

- ¿Y eso por qué?

- Pues porque quiero chatear…

- ¡¡Mamá que tienes 84 años, por favor!!

- ¡¡83, que siempre me pones más años de los que tengo!!

 

************************************************************

Una viejecita de más de 80 años, muy coqueta ella, entra en una farmacia.

- Por favor ¿tienen anestésicos?

- Si señora.

- ¿Y tienen antirreumáticos?

- Si señora.

- ¿Y tienen Viagra?

- Si señora.

- ¿Tienen crema contra las arrugas?

- Si señora.

- ¿Tienen también pomada para las hemorroides?

- Si señora.

- ¿Y por casualidad tienen somníferos?

- Siiiii señoraaaa!

- ¿Tienen productos para la memoria?

- Por supuesto señoraaaaaaaaaa!

- ¿Tienen Uds..........?

- Por favor señora, esto es una farmacia y aquí tenemos todos los productos que Ud. pide. Dígame ¿cuál es su problema?

- Mire, lo que pasa es que me voy a casar con mi amigo Celestino que va a cumplir 95 años a fin de mes y queremos saber si podemos hacer aquí nuestra lista de bodas.

 

 

...Y mientras todo esto ocurría, sonaba una bonita canción

 

Con mi agradecimiento a Abril por su aportación

Escritura mecánica

Escritura mecánica

Ella dice:

Estoy asombrada de tu capacidad de crear.

 

E.L. dice:

Pero si no digo más que tonterías. Ya me dirás lo de los calzoncillos… y el estado civil… Es una auténtica gilipollez...

 

Ella dice:

No....dices cosas a veces impactantes...en un estilo muy bueno y eres original. Leí lo de vestuario de caballeros… y sí es cierto que ocurre lo que cuentas. Nosotras, por ejemplo, a veces no nos depilamos o usamos ropa interior desastrosa para no ligar una noche o porque no estamos con pareja estable. Y la comida de una soltera es delatora en la caja del super… Fue divertido, en serio. Pero no puedes escribir todos los días, no es algo mecánico, cielo, es lo que me asombra de ti.

E.L. dice:

Pues no estoy contento con lo que escribo. Sé que no acabo de poner... el corazón.

 

Ella dice:

No sé si es bueno poner el corazón en un blog… ¿lo es?

 

E.L. dice:

No lo se... pero muchas veces me siento maniatado.

 

Ella dice:

¿La inocencia perdida?

 

E.L. dice:

Si, algo parecido.

Ella dice:

Estás perdiendo espontaneidad. No tú, el blog, supongo que por los compromisos adquiridos: yo te leo, tú me lees, ambos nos contestamos. Si me equivoco me chillas.

 

E.L. dice:

Ahí está. Algo de eso hay.

Ella dice:

Entonces sé rompedor y no tan amable todo el tiempo con todos. Una sugerencia, digo.

 

E.L. dice:

Lo intento... la melaza me empalaga y me aburre soberanamente.

Ella dice:

Pero te deshaces en besos, querido. Y las féminas igual. Vale, te prometo que seré pérfida cuando te critique.

 

E.L. dice:

Y algo morbosa ¿de acuerdo?

 

Ella dice:

También.

La última palabra

La última palabra

- ¡! Siempre quieres tener la última palabra ¡!

 

- Te equivocas. Siempre contesto a lo que me dices o escribes porque tengo la esperanza que, entre mis argumentos y tus réplicas, nuestra conversación no acabe nunca.

La alegría de ser mujer en una feroz primavera

La alegría de ser mujer en una feroz primavera

Habitualmente paso el invierno renegando de la lluvia, el frío, el viento norte, el levante, la oscuridad... y deseando que pasen esos meses gélidos y desagradables y llegue el momento mágico en que las autoridades (de la catadura que sean) decidan que hay que adelantar una hora los relojes para acomodarlos a la luz solar y así aprovechar ésta con más acierto. Pero, cosas de la vida, en el momento preciso en que adelanto mi reloj esos sesenta minutos que cada seis meses ahorramos o despilfarramos, empieza mi calvario anual.

 

Apenas han pasado unas horas del cambio de horario cuando mis hormonas comienzan su habitual baile de primavera y se disparatan en mi interior, ejecutando una danza ritual con tintes macabros, de efectos desastrosos para mi persona, efectos que normalmente se presentan en tres etapas.

 

 

 

 

La primera es el cansancio. Un cansancio brutal que se apodera de mi cuerpo de tal manera que apenas soy capaz de salir de la cama por las mañanas. Tras la ducha y el café, que normalmente me ponen en forma, sigo sintiendo que mis piernas, brazos y toda yo en general soy atraída hacia el centro de la tierra por una misteriosa fuerza gravitatoria que se ha multiplicado desde el momento en que adelanté el reloj, exigiéndome un esfuerzo casi sobrehumano para moverme. Este cansancio me afecta también a los ojos, de manera que apenas puedo tenerlos abiertos; me escuecen y me arden obligándome a entrecerrar los párpados, lo que da a mi cara una expresión de atontamiento que no me favorece lo más mínimo.

 

A continuación el ataque hormonal se dirige al interior; comienzo a ponerme triste, a sentirme fatal, desgraciada e inútil. Empiezo a dar largas a conocidos y a pasar gran cantidad de tiempo encerrada en mi casa, saliendo lo indispensable para que no me echen del trabajo. Las lágrimas comienzan a tener su propia autonomía y a desbordarse con las cosas más nimias: un anuncio sensiblero, un gesto amable, una palabra de afecto... y por supuesto con la más mínima crítica o censura. Los sentimientos de soledad afloran, y parece que el tan traido y llevado reloj biológico (siempre relojes de por medio) me avisa de que cada vez es más difícil que le de un hermano a mi hijo, que seguirá siendo hijo único toda su vida, sobre todo si tenemos en cuenta mi glorioso historial a la hora de formar pareja.

 

No contentas con esto, mis hormonas siguen trabajando y consiguen que todos los granos, espinillas, barrillos, puntos negros, vellos enconados, manchas y rojeces que no he padecido en la pubertad ni en la adolescencia, hagan acto de presencia para atormentarme. La cara se me pone como la de un adolescente anciano: es decir todos los bultos antes citados y nada de su tersura juvenil. Incluso el cuello, el pecho y las manos sufren los efectos devastadores del baile primaveral de mis hormonas.

 

Así que cuando veo ese anuncio deliciosamente horroroso que, en un ambiente plenamente primaveral, tanto que parece que hasta la pantalla huele a hierba naciente y flores frescas, dice "Estoy contenta de ser mujer, tengo la regla y no me importa", me dan ganas de estrangular al cerebro que lo pensó, o por lo menos brindarle la oportunidad de convivir unos días con mis hormonas en primavera.

 

 

 

(Con mi agradecimiento a Carmen P., el "espíritu libre" que me regaló este escrito)

El centro de la mesa

 

 

Se ha ido de casa nervioso y enfadado. Habéis tenido una pelea por una tontería, como casi siempre en los últimos meses. Son esas discusiones que no se sabe cómo empiezan pero sí como acaban. Él, harto de reproches mutuos, salió por la puerta con el alma dolida. Nunca lo había hecho, nunca cruzó el umbral de casa de esa manera, con ese halo de tristeza que le rompió en lágrimas de impotencia los ojos.

 
 


 

Estás inquieta porque fuera, un aguacero anega caminos. Sabes que ha cogido el coche, iba nervioso y, cuando está así, sus pensamientos ocupan su cerebro. En esas condiciones es arriesgado conducir. El agua hace resbaladiza la carretera y cualquier despiste puede provocar un accidente. La lluvia arrecia. Como tu angustia. Tratando de calmarte te sirves un vaso de vino, un sauvignon que al azar encuentras en la bodega de la cocina. Quieres tener las manos ocupadas y la mente llena de algo que te impida cavilar. Preparas la mesa. Mientras lo haces, fijas tu mirada en el centro de la mesa y reparas en lo vacío que está.

 

Recuerdas que cuando empezasteis a convivir, ese centro siempre estaba ocupado por un antiguo candelabro de plata que te regalaron tus padres. Os gustaba cenar en la penumbra de las velas y con esa luz que irradian los ojos de los enamorados. Era en esa intimidad dónde forjabais vuestro futuro envuelto en “te quieros” y susurros que gritaban vuestro recíproco deseo. Vinieron los niños y el centro de la mesa fue cambiando de aspecto. Se llenó del balón de reglamento de Eduardo, aquél que acabó con el jarrón que te habías traído de casa de tus suegros y cuyo ‘fallecimiento’ supuso el primer enfrentamiento serio con tu primogénito. Y de las muñecas de Clara, tu hija que “siempre ha sido el vivo retrato de su padre” como a ti te encantaba repetir a quién te aseguraba lo ‘mona’ que era tu niña. Y por la noche, cuando los niños dormían, siempre el mismo ritual rodeado de silencio en ese centro de mesa. El uno frente al otro, mirándoos, comiéndoos con los ojos y vuestras manos enlazadas conquistándolo. La felicidad era eso, decíais.

 

Luego, cuando tus hijos crecieron, el centro de la mesa creció con ellos. Los cartabones, compases, pies de rey (maldito el nombre para una republicana como tú) de Clara, que estudió arquitectura, lo ocupaban, cuando los libros sobre “teoría económica y estadística” de Eduardo se lo permitían. Recuerdas lo lleno que estaba ese centro de mesa. La alegría lo ocupó todo cuando a tu hijo le dieron premio extraordinario en la carrera y Clara entró a formar parte en una de los gabinetes de arquitectura más importantes de la ciudad. Al recordarlo, una tenue sonrisa se dibuja en tu rostro. Vuelves a vivir las noches de insomnio de tus niños, que para ti siempre serán “tus niños”. Algunas lágrimas que lo ocuparon cuando llegó el primer desengaño amoroso de Clara, “y es que, mamá, no voy a poder vivir sin él”. Por supuesto que iba a vivir sin él, pero sabes que aunque se lo digas, no le servirá de consuelo. Solo podías ofrecerle tu comprensión, tu cariño y, el tiempo, acabaría por hacer todo lo demás curando esas heridas.

 

Así sucedió, Clara se casó con un “chico magnífico y muy guapo” que conoció en el gabinete de arquitectura, “es el hombre de mi vida, le quiero tanto mamá” te dijo la noche antes de casarse cuando os cogisteis de las manos en el centro de la mesa. Eduardo se marchó de casa un tiempo más tarde, una vez estuvo afincado en el trabajo y una morena de ojos oscuros como la noche, prendió en su corazón y se enraizó con su alma. “La quiero con locura y deseo que sea la madre de mis hijos, mi compañera” le dijo a su padre una noche llenando con sus palabras y su pasión el centro de la mesa. Y os quedasteis solos y el centro de la mesa se fue vaciando poco a poco.

 



El sonido del timbre de la puerta te saca de tus recuerdos. Tu corazón se sobresalta y empieza a latir fuertemente. “Tiene llaves”, aciertas a pensar. Abres la puerta y ahí está él, empapado por la lluvia. En la mano una rosa roja y en su cara una sonrisa que se encuentra con las lágrimas de tus ojos que, por fin, brotan. Le abrazas, lo estrujas, le besas en los labios, en un suave roce que apura la sal de las lágrimas y el dulce de la lluvia. Una mirada interrogante hacia la rosa que lleva, “es extraño que florezcan en invierno rosas con tan intenso perfume”, piensas. Como si te oyese, él dice:

 

- Me la dió una viejecita que encontré andando por la carretera.

 

- ¿Una viejecita a estas horas de la noche y con esta tormenta?, se sorprendió ella.

 

- Fue algo extraño la verdad. Cuando salí de casa y cogí el coche, al llegar al cruce con la calle Mayor la ví. Surgió como de la noche, de repente y llevaba algo en sus manos. Hubiese dicho que era algo metálico, porque, de pronto, en una décima de segundo, un haz de luz fue hacia el objeto. Eso me deslumbro y en un momento perdí el control del coche, patinando. Aún no sé cómo no me estampé contra el árbol del parque. ¡Estoy vivo de milagro! - Al llegar a este punto él apretaba aún con más fuerza el cuerpo de su mujer, que le correspondía colgándose literalmente de su cuello sin parar de darle besos. Continuó su relato...

 

- Entonces la viejecita se acercó a mí y me preguntó cómo estaba. “Bien” le contesté. Me ofrecí a llevarla a su casa, pero rehusó diciéndome algo que no acabé de entender.

 

- ¿Qué te dijo?

 

- Que si subía al coche con la noche que hacía, ella llegaría a su casa, pero yo no. “Ten esta rosa por lo amable que has sido conmigo. Sé que hoy te va a hacer falta”. Y tal como había aparecido, se fue ¿Tú entiendes algo? ¡ Seguro que me vió cómo patinaba con el coche y se asustó de que la llevase!

 

- Seguro que fue eso, mi amor. Anda, dame la rosa y ves a secarte que estás empapado.

 

- De acuerdo ahora voy. Pon la rosa en el florero de la entrada y échale una aspirina al agua que así durará más tiempo.

 

- Ni hablar -dijo ella sonriendo- esta rosa ocupará desde hoy el centro de la mesa.

Ser mujer a los cuarenta años

Ser mujer a los cuarenta años

A pesar de ser jueves he sonreído cuándo un amigo me ha remitido el siguiente correo:

 

A medida que avanzo en edad, valoro las mujeres que tienen más de
cuarenta más que a cualquiera. Aquí hay algunas razones de por qué:

Una mujer de más de 40 nunca te va a despertar en la mitad de la
noche para preguntarte "Qué estás pensando?"-. No le interesa lo que
estás pensando.

Si una mujer de más de 40 no quiere mirar un partido de fútbol no da
vueltas alrededor tuyo. Se pone a hacer algo que ella quiere hacer y
generalmente es algo mucho más interesante.

Una mujer de más de 40 se conoce lo suficiente como para estar
segura de si misma, de lo que quiere, y de con quién lo quiere, son muy
pocas las mujeres de más de 40 a las que les importa lo que tu pienses
de lo que hace ella.

Una mujer de más de 40 ya tiene cubierta su cuota de relaciones
"importantes" y "compromisos". Lo último que quiere en su vida es otro
amante posesivo.

Las mujeres de más de 40 están dignificadas. Es muy raro que entren
en una competencia de gritos en el medio de la ópera o en el medio de
un restaurante caro. Por supuesto que si piensan que te lo mereces no
van a dudar en dispararte un tiro.

Las mujeres de más de 40 son generalmente generosas en alabanzas.
Ellas saben lo que es no ser apreciadas lo suficiente.

A una mujer de más de 40 le queda bien el lápiz de labio rojo
brillante. Esto no es así en mujeres jóvenes.

Las mujeres de más de 40 tienen suficiente seguridad en sí mismas
como para presentarte a sus amigas. Una mujer más joven puede llegar a
ignorar hasta a su mejor amiga.

Las mujeres de más de 40 se vuelven psíquicas a medida que pasa el
tiempo... No necesitas confesar tus pecados, ellas siempre saben.

Son honestas y directas. Te dicen directamente que eres un imbécil
si es lo que sienten sobre ti.

Los hombres tenemos muchas cosas buenas que decir de las mujeres de
más de 40 y por múltiples razones.

Lamentablemente no es recíproco. Por cada impactante mujer de más de
40, inteligente, bien vestida, sexy, hay un hombre de más de 40 .
pelado, gordo, en pantalones amarillos haciéndose el gracioso con una
mujer de 20.

Amor, deseo, sexo ...

Amor, deseo, sexo ...

Entre Líneas dice:
Pues partiendo de mi teoría, elaborada durante muchos años de experiencia, te diré que el amor no existe. Existe el deseo…

Ella dice:
Ayyyyyyyyyyyyy!, no digas eso.

E.L dice:… que se confunde con enamoramiento y amor.

Ella dice:
Creo que el amor sí existe, efímero o no, y se funde, no se confunde.

E.L. dice:Cuando el deseo se acaba, viene lo que le llamamos amor o querer y el deseo te lo buscas fuera

Ella dice:Pero cuando eres capaz de mover el mundo por alguien aunque no haya sexo ¿que es entonces?

E.L. dice:
Deseo. Puro y duro.

Ella dice:
Nooooooo, nooooo, nooooo… siiiii? … noooooooo. Quiero creer en el amor, aunque no lo tenga.

E.L. dice:
Si. Y el deseo tiene que concretarse en sexo porque, si no, no es nada. Bueno si. Una enfermedad obsesiva.

Ella dice:
Y el deseo puede durar años? Porque conozco un caso, eh?

E.L. dice:
Puede durar años, ahí está la imaginación para fomentarlo.

Ella dice:
Estás llamando obseso a mi ex

E.L. dice:
Porque no te tiene. Te desea…

Ella dice:
Pero lo podía haber superado...todos lo pueden superar...de hecho supongo que lo hacen.

E.L. dice:
…y, al no tenerte, te has convertido en su obsesión.

Ella dice:
Pero yo dejo de sentir deseo cuando no quiero

E.L. dice:
Explícame eso…

Ella dice:
Cielos...una psicopatología?

E.L. dice:
… porque es lo mismo que te estoy diciendo yo. El amor está diagnosticado como una enfermedad.

Ella dice:
Vale, pero es necesaria, no como otras.

E.L. dice:
(en algo tienen que entretenerse los médicos americanos)

Ella dice:
Y el sexo también. Yo me pongo guapísima cuando lo tengo.

E.L. dice:
Mujer, yo no digo que no sea necesario el sexo e, incluso, sublimarlo

E.L. dice:
No lo dudo

Ella dice:
Los americanos se aburren un tercio de su vida y se justifican en los otros dos tercios.

E.L. dice:
Si, si, por eso hacen esos estudios tan sesudos

Ella dice:
Claro, además, muy en parte son sajones

E.L. dice:
Fíjate en este medio. Cuándo chico o chica conoce a alguien y aguantan más de dos conversaciones se piden imagen, foto o similar ¿Cierto?

Ella dice:
Ya, pero yo ya no hago esas cosas...de hecho ni chateo. Pero es cierto al principio…

E.L. dice:
Te estaba poniendo un ejemplo

Ella dice:
… la ilusión. ¿Será un principe azul? ¿Por qué me hace cosquillas? ¡ Necesito ver como es....!

E.L. dice:
Y cuando lo ves rosadito...

Ella dice:
¿¿¿Rosadito???

E.L. dice:
Exacto... ¿y por qué lo necesitas? Esa es la cuestión porque, si fuese amor, te importaría un pimiento que fuese alto, bajo, gordo o contrahecho.

Ella dice:
Ya, pero el amor viene después.... sí llega

E.L. dice:
Claro, rosadito, dependiendo de la época del año, puede estar achocolatado

E.L. dice:
Viene el deseo, no el amor

Ella dice:
No. Tienes que hacerte una idea de con quien hablas, saber, encuadrar

E.L. dice:
¿Y por qué tienes qué hacerte una idea? ¿No nos enamoramos del alma? (sobre todo las señoras)

Ella dice:
Tú me mandaste una foto estupenda, bandido!

E.L. dice:
Claro. Soy un profesional

Ella dice:
Ya...me di cuenta un poco más tarde

Ella dice:
Sí, pero necesitamos encuadrar las ideas, la propia imagen de Dios...es una actitud occidental.

E.L. dice:
Equivocada.

Ella dice:
¿Equivocada en qué?

E.L. dice:
Eso de ponerle nombres e imágenes a todo nos llevará a un disgusto. Fíjate si no con Mahoma.

Ella dice:
Que te gusta llevarme la contraria

E.L. dice:
Como a ti.

Ella dice:
Por eso he dicho OCCIDENTAL, ¡patatita!

E.L. dice:
Bueno, pues ya ves que he trasmutado mi legendaria ternura, por la cruda realidad (¿me estoy haciendo mayor?)

Ella dice:
No sé....yo quiero cosquillitas...a qué respondan no me preocupará en el momento, sea o no duradero.

E.L. dice:
Bueno. Cómprate un plumero que te las haga. Al menos sabes que es un plumero y, cuando se estropee, no te hará daño.

Ella dice:
Sí, pero tienes que dejar que tus sueños sigan a tu alrededor, al menos un poco.

E.L. dice:
¿Sueños desde mi atalaya?


Ella dice:
No es lo mismo, qué gracioso! Desde ella puedes tenerlos

E.L. dice:
Estoy más cerca de ellos, es verdad (por la altura, una cuestión de pura física, no de metafísica)

Ella dice:
Ahhhhh, me ha salido terrenal y ateo.

E.L. dice:
En cualquier caso, mi querida Ella, me parece estupendo que te enamores y que tengas sexo del bueno.

Ella dice:
Eso suena a hasta mañana. Gracias, espero tener una de las dos cosas al menos.

E.L. dice:
Cuándo quieras.

Ella dice:
Cuando tenga tiempo.


De depredador@s, cazador@s y conquistador@s...

De depredador@s, cazador@s y conquistador@s...

Entre Líneas dice:
Hace días que quiero escribir algo sobre depredadores-cazadores y conquistadores y no se me ocurre gran cosa. Tengo la idea general de qué es cada cosa pero no acabo de llenarla de contenido. Dame un ejemplo de cada uno ¿Qué es un depredador?


Supertría dice:
Veamos. Yo creo que un depredador es un cazador sin control ni limites. Un cazador es alguien que quiere o necesita algo o alguien y lo busca con determinación. Cuando se come todo lo que encuentra le guste o no, sea comestible o no, lo merezca o no, es un depredador.


Entre Líneas dice:
Si. El cazador es el que se cobra a la pieza por el placer de hacerlo, luego se la come o no.


Supertría dice:
Por placer o necesidad. Un buen cazador cobra piezas que las usa siempre para algo. Cazar y tirar solo lo hace un depredador.


E.L. dice:
Si... me gusta. Sigue, sigue.


S. dice:
Vale... hago brainstorming.


E.L. dice:
De acuerdo.


S. dice:
Un cazador puede gustar o no pero en todo caso, si desprecia a la pieza lo hace antes de hincar el diente aunque sea por "economía de esfuerzo". Es como ver la diferencia entre un buen profesional y un mal profesional. Esta es buena ¿ehhhh?.


E.L. dice:
Siiiiiiii


Supertría dice:
Un conquistador es alguien que no quiere necesariamente la pieza, solo le gusta la idea de obtener y poseer la pieza. No es tan importante comerla, solo que sea apetecible y le haga sentirse mejor que la propia pieza puesto que la conquista.


E.L dice:
Algo así, si. Aunque yo lo veo (al conquistador) como alguien que adquiere la pieza y la conserva. Toda conquista comporta un "mantenimiento".


S. dice:
No necesariamente. Conquistar es usar toda la seducción para atraer al otro. Ese es el fin.


E.L. dice:
Tal vez sea el grado más bondadoso entre los tres tipos.


S. dice:
Es el menos malo, como la democracia. Pero no es bueno.


E.L. dice:
Si, pero la conquista deja de ser conquista si no la mantienes.


S. dice:
Pero es que la conquista deja de existir si ya obtienes la pieza. Por eso las mujeres sabemos tanto de enseñar la zanahoria y retirarla a tiempo.


E.L. dice:
¿Entonces no hay nadie bueno en las lides amatorias?


S. dice:
Quien es bueno en la vida real es bueno en las lides amatorias. No se puede jugar sucio en un sitio y limpio en otras. Es un principio del ser humano... la globalización humana.


E.L. dice:
Pero algún sistema debe emplear ¿o no?


S. dice:
Bueno un conquistador, por definición pretende dominar un territorio. No le veo la bondad “per se”. Otra cosa es que sea divertido para ambos. Tú eres un conquistador y yo soy una seductora. Es distinto. A mi no me gusta conquistar por el placer de conquistar, sin embargo me encanta seducir.


S. dice:
A mi me gusta un tipo seductor, no conquistador. Un conquistador en artes amatorias es un mujeriego. Ahora bien, un buen seductor que se enamore y juegue limpio (¿alguien lo hace?) sería genial. Este es el mas bondadoso.


E.L. dice:
Bueno... entonces se debe hablar de cuatro categorías: depredador, cazador, conquistador y seductor.


S. dice:
Si. Al menos cuatro categorías. ¿Hay más categorías después de seductor?


E.L. dice:
No. Yo creo que con esas hay más que suficientes.


S. dice:
Es que es tan aburrido eso de la vida normal.

Encantado de conocerse

Encantado de conocerse

Rosier dice:
Por cierto “Entre Líneas” (licencia del autor), sigo tu diario


E.L dice:
Dime Rosier. Si?


Rosier dice:
Me gusta… pero me abruman tantas respuestas


E.L. dice:
Bueno... es el espíritu lycosiano que anida en él. Y tienes razón en eso, al final se pierde el hilo de lo que querías expresar o exponer


Rosier dice:
Aha, por eso no intervengo. Comienzas hablando de un día blanco… y acabas vagando por las estrellas buscando sonrisas


E.L. dice:
Bueno. También tiene su lado bueno ¿no?... sobre todo si te vas a las estrellas. Pero tienes razón. Hay que guardar un cierto orden. O al menos seguir la historia.


Rosier dice:
No soy quien para ordenar… ni para pedir orden… tan solo expresaba mis sensaciones de tu diario. Me gustan tus exposiciones iniciales, pero me aburren del todo cuando entran en " nadie sabe donde va"


E.L. dice:
Cierto. Y me gusta que me lo digas... Precísamente estoy preparando una historia, sobre las relaciones en los diarios, que se llama: "Encantado de conocerse"


Rosier dice:
Te comenté un día que te diría lo q opino q es bueno, pero también te diría lo que a mi parecer no lo es tanto . Ya sólo el título parece interesante, me gustará leerte, seguro.


E.L. dice:
Y utilizaré, sino te importa, este diálogo (dándole mi forma, claro)


Rosier dice:
Puedes usarlo, no tengo inconveniente alguno.



Doy por supuesto que cuando alguien hace un comentario sobre algo que has escrito es porque vió en el relato algo que le atrajo la atención, algo que le pareció interesante. No me veo a alguien "perdiendo el tiempo" comentando o haciendo una cosa por obligación o rutina. No en un lugar como éste. Solo por el detalle de que te dejen unas palabras, sean las que sean, doy por satisfecha mi vanidad literaria. Además sé perfectamente lo maravilloso que soy y hasta dónde llegan mis limitaciones (¿las tengo?). Para ello sólo hace falta leer cualquiera de los enlaces que tengo en la portada (De nada. Luego hablamos del precio). Sentado esto y dejando claro que me gusta la polémica, la provocación y, sobre todo, el entendimiento en la diferencia, lo que más me excita es que aparezcan en los comentarios, “ídems” en ese tono. Para las flores, me basto y me sobro… Hasta me recito poesías y todo. Estoy, como se dice ahora, encantado de conocerme.


Los cerebros tienen arrugas, recovecos, partes a las que nunca hemos llegado y que aún están fuera de nuestra imaginación. No son planicies. Así que las palabras que elaboran no pueden ser monocordes; no pueden ser iguales o siempre alabando nuestras bondades y magnificiencia. Si eres de verdad mi amig@ no me digas siempre y en todo momento que me quieres. Eso ya lo sé porque sino, no estarías a mi lado. Háblame de mis carencias para que busquemos juntos cómo llenarlas…

Estrategias


Alicia dice:
Leí aquello de “Mañana te llamo”


Entre Líneas dice:
Está inconclusa… ¿Y?


Alicia dice:
Iba a responder a la primera parte, pero me di cuenta de que había más...iba a hablar de estrategias... pero entonces me di cuenta de que la historia no iba por ahí.


E.L. dice:
Es una historia abierta. Aún no tengo el final.


Alicia dice:
Da vueltas, no?


E.L. dice:
Bastantes


Alicia dice:
Siempre llegas al mismo sitio…. para mantener vivo el interés hay que desaparecer.


E.L. dice:
No lo creo así


Alicia dice:
No?


E.L. dice:
No. Verás, es como la cuestión, algo pueril (disculpa), de poner o no poner tu imagen. Se tiene la tendencia a creer que no poniendo foto, tu "conversante" mantendrá el interés por ti. Eso es un error. El interés está en la mente, no en la imagen.


Alicia dice:
En eso estoy de acuerdo, la foto no importa nada.


E.L. dice:
Y cuanto antes descubras la imagen, tendrás muchas más posibilidades de encontrar algo bueno, a alguien que merezca la pena.


Alicia dice:
La foto es importante, si, yo creo, al revés que tu, que si no la pones, estas en desventaja.


E.L. dice:
Cierto. Lo estás.


Alicia dice:
Lo que yo quería decirte es que cuando hablabas de estrategias, en realidad, eran protocolos de las relaciones de internet.


E.L. dice:
No sabes si quién está frente a ti, es realmente porque tiene un interés "mental" por ti o físico. Hay que romper los protocolos. Somos adultos ¿no?. Además, rompiendo los protocolos, le habremos ganado la partida a uno de nuestros miedos.


Alicia dice:
Si, pero igualmente los sigues, mira, lo primero que haces es mandar mensajes provocativos ... después seguias con el intercambio de fotos provocativas …. después vienen los silencios del msn ... después, cuando la relacion ya está segura, hay que poner afecto. Y, ¿qué queda? Desaparecer.


E.L. dice:
Eres toda una estratega ¿eh?


Alicia dice:
No, es lo que hace todo el mundo menos yo.


E.L. dice:
¿Entonces es todo una gran estafa?


Alicia dice:
No, es que no se puede actuar de otra manera.


E.L. dice:
¿Por qué crees eso?


Alicia dice:
Porque en todas las relaciones tiene que haber expectativas y en internet la unica es conocerse o desaparecer.


E.L. dice:
Entonces los que desaparecen se engañan, engañan y, además, pierden el tiempo ¿Es eso lo que crees?.


Alicia dice:
No engañan si la relación en internet es el unico objetivo.


E.L. dice:
¿Crees qué las personas nos marcamos objetivos predeterminados?


Alicia dice:
Por ejemplo, digamos que yo no pierdo el tiempo contigo ahora, porque me gusta charlar y llega un momento en que ya no puedo interesarte más con frases ingeniosas y fotos. Entonces, sin darme cuenta, pondré afecto, lo haré porque ya no tengo nada mas que ofrecer en “La Red”. Di, “eres una cínica”.


E.L. dice:
No estaba pensando eso. Recapacitaba en lo que habías escrito y, en realidad, es lo que has estado diciéndome desde el principio y lo que pones en tu descripción. La coherencia, a veces, me sorprende.